martes, 5 de junio de 2012

anoche

De noche, el campo quieto, los tres subidos al tanque de agua, de ésos, los grandes.
Cagados de frio, pero contentos. Después de tres escaleras con sus trescientos escalones, llegamos a la cima.
Te prendiste uno y nos quedamos ahi, mirando la noche densa, hablando de nada y de todo, quemando.

De pronto la sacudida. El horror.
El tipo salió de la nada y se me vino encima, yo luché como pude.......él cometió un error.
Trastabilló, en un movimiento torpe y sin sentido -eso te pasa por hijo de puta-. Cayó.

Vimos como se reventaba la cabeza en el cemento, vimos el momento previo, su cara de odio y desesperación.
Caía.
Caía como una hoja planeando despacito, como en cámara lenta -o quizás eramos nosotros, ese momento fue eterno.

De su cabeza ahora salía agua, mucha agua, chorreaba por todos lados.
Se había abierto en dos.

Te volteaste a verme, ella ya no estaba.
Tus ojos rojos de faso y miedo, entendiendo.
Lo corruptible del cuerpo, su desintegración.

A la mañana siguiente ya no había nada, sus huesos no estaban, solo el tanque de agua, sin agua.

Lleno de hormigas, de las grandes, de las rojas.


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