Me acuerdo cuando era chica, acompañaba a mi papá a hacer el reparto de vino. En la Ford F100, con la palanca de cambios saliendo del volante, y el asiento largo de cuero negro al frente. Tenia una separación de doble vidrio con la parte de atrás (la "capota"), lo que creaba una especie de cápsula antisonido que cuando viajabas ahi, te aislaba completamente del mundo. Una vez íbamos yendo para Santa Fe y Juli apoyó la nariz en el borde de la ventana de atrás. La camioneta saltó y le reventó la naricita, chorreando sangre en el vestido celeste.
Yo acompañaba a mi papá casi todos los viernes, por la tarde. Ya me conocía las calles del reparto, las casas de los clientes, sus caras, sus mañas. Me acuerdo de uno que me daba gelatina, sin que yo se lo pidiese. Era horrible y sabía a uvas.
Habia otro viejito, en una casita de mierda, que hacía sweaters de pelo de conejo. Maravillosos, suavecitos, con rombos de abuelo en la gama de los marrones.
Ahora lo pienso y no se me ocurre una imagen más triste.
Acompañar a mi viejo era una actividad fascinante. No hablábamos durante el trayecto, él manejaba,yo estaba encargada de tocar el timbre en las casas "esta es tu nena? que linda Ariel, que amorosa".
Yo tomo vino con soda desde que tengo memoria, y me acuerdo de mi primer embriagamiento profesional a la edad de cinco años. Me tomé todos los culitos de las copas de navidad, y después no podía llegar al sillón de la casa de mi tía.
Que horrible esa casa, por dios. Tenía galletitas en frascos y cajitas de metal. Galletitas de agua y caramelos media hora, pegoteados, viejos, con gusto a té. Olor a viejo, carpetitas de crochet, adornos de cerámica de patitos traídos de Austria y más mierdas por el estilo. Siempre me daban ganas de hacer caca en esa casa. Ahora lo entiendo.
A veces siento las peliculas en mi cabeza pasando sin control alguno, y tengo como miedo de morirme. Lo siento como ese momento previo al que imagino como la muerte: recordando cuadros, fragmentos aparentemente sin sentido pero grabados, quemados ahí, en el rollo eterno de la mente de uno.
Quemados.
Con olor a viejo.
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